ORIGEN DE LA ORDEN DE CALATRAVA
Al subir al trono D. Sancho III a principios del año 1158, manifestaron los moros el designio de reconquistar la villa de Calatrava, ocupada por las armas del Emperador D. Alfonso VII en una de sus bélicas excursiones en 1147 y, puesto en ella para su defensa a los caballeros templarios. No sintiéndose éstos con fuerzas para defender a Calatrava, que por su posición geográfica en la frontera del reino y por su castillo, era un punto de la mayor importancia por ser el paso de Andalucía a Castilla.
Tras el abandono de los templarios, el Rey ofreció recompensas por la conservación de aquella villa, ofreciendo todo su término, castillos y aldeas desde Maradal hasta las cumbres de Yébenes todo ello por juro de heredad, al que lograse defenderla.
Obedecida la concesión del Rey en favor del Abad del monasterio de Santa María de Fitero, Fray Raimundo, para encargarse de la defensa, este puso la condición de que si en aquella villa se tuviese el suceso que esperaba, se instituyese y fundase una nueva religión militar para defensa de la Cristiandad de España. Dicha condición fue aceptada igualmente por el Rey y se formalizó la donación por medio de escritura pública, otorgada en la villa de Almazar en Enero de 1158, aprobada después por las Cortes reunidas entonces con otro objeto.
El Abad así autorizado se trasladó a Calatrava y junto con Pedro el ermitaño arrastró por medio de la palabra divina a las masas, viéndose al frente de una multitud entusiasta por la defensa de la plaza, conoció la necesidad de organizarla y darla dirección y gobierno, para lo cual realizó el pensamiento y la condición de establecer una orden con el doble carácter de militar y religiosa. La orden del Cister, a que él pertenecía, sirvió de fundamentos al nuevo instituto, y al efecto reformó los estatutos, ordenando a sus compañeros en dos cuerpos: uno puramente religioso consagrado al servicio de Dios, que con sus oraciones y penitencias implorase el auxilio del Cielo, para que sus hermanos consiguiesen la victoria; otro de militares que llevando el hábito de la orden y rezando lo que acostumbran los conversos del Cister, pelease con la espada y con la lanza al frente del enemigo.
Este fue el principio de la inmortal Orden de Calatrava, cuyo primer capítulo tuvo lugar en presencia de los emblemas de esta religión, con la determinación de preparación a la aproximación de las huestes enemigas, y con el fin de dar a conocer el objeto principal de su instituto y recibir allí los primeros votos de profesión militar y religiosa, imprimiendo un carácter augusto con esta solemnidad.
Media Calatrava se vio salvada, pues fue en extremo fecundo el ejemplo dado por sus nobles defensores, y no siendo suficientes sus muros para contener a los que acudan a alistarse en el nuevo instituto, fueron poblándose las villas lugares del titulado campo de Calatrava y la Santidad de Alejandro III aprobó y confirmó esta Orden en 1164.
Gobernaba el Santo Abad Raimundo aquella religión con tal ánimo y valor en las armas, y con tal santidad y mansedumbre en la vida, que era verdaderamente admirable. Con tal prudencia lo disponía todo que siendo sus súbditos en las batallas leones indómitos, y los más arriesgados caballeros, que jamás vistieron armas, eran en la paz tan modestos y blandos, tan humildes y compuestos, cuanto se debía a la perfección monástica.
Encontrándose en Calatrava el Rey D. Sancho un día que se ofreció rebato de moros; vio la prisa y ánimo con que los monjes y caballeros salían al enemigo; y vio a los mismos después de recogidos en el coro a completas, las manos cruzadas y los ojos en tierra, cantando las divinas alabanzas con notable espíritu. Admirado de tal mudanza, dijo al Abad: “Paréceme, Padre, que el son de las trompetas hace a vuestros súbditos lobos, y el de las campanas corderos”. Respondiendo el Santo Abad, “porque aquellas los llaman para resistir a los enemigos de Cristo y vuestros, y estas para alabarle y rogar por vos”.
Se multiplicaron los primitivos hijos de Calatrava de tal modo, que dice el Arzobispo D. Rodrigo: “Esta milicia es la corono del Príncipe; los que alababan al Señor con salmos, se ciñeron espada; y los que orando gemían para la defensa de la Patria, su pasto es una comida tenue y ligera, su vestido la aspereza de la lana; la continua disciplina los prueba; la guarda del silencio los acompaña; el frecuente arrodillarse los humilla; la vigilia de noche los quebranta ; la oración de bota los enseña; y el continuo trabajo los ejercita. El uno mira las sendas del otro, y un hermano a otro hermano para observancia de la disciplina”.
Los Caballeros de esta orden hacían voto de perpetua castidad, y por consiguiente no podían casarse; ni testar; mas por bula expedida en Roma por la Santidad de Paulo III en 4 de agosto de 1540 les facultó para hacer uno y otro.
Por Vicente García Villaraco Jiménez
Bibliografía
M. Guillamas (Caballero confeso de la Orden de Calatrava y Ministro del Consejo de las Órdenes Militares). Reseña histórica del origen y fundación de las órdenes militares y Bula de incorporación a la Corono Real de España. Madrid. 1851, Imprenta del Colegio de Sordo-Mudos y Ciegos.
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