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 sobre la Orden de Calatrava, su Legado y Simbología



SIMBOLOGÍA DE LA ORDEN DE CALATRAVA




Una de las cosas más vistosas y que más nos llaman la atención a día de hoy sobre las Ordenes de caballería medievales es su uniformidad, sobre todo en tiempos donde esta no era lo común. Gracias a ella eran reconocibles en el campo de batalla, y ésta siempre se encontraba ligada a los hábitos monacales de la Orden matriz a la que pertenecían. Procederemos a desgranar la evolución de la uniformidad calatrava, pues no siempre ha sido como hoy día la conocemos.


El arzobispo D. Rodrigo Jiménez de Rada nos dice que, en un principio, los guerreros que entraron en la Orden de Calatrava vestían un hábito moderado, esto es, un hábito un poco más corto que el que usaban los monjes, adaptado para ser utilizado en batalla, aunque Jiménez de Rada no nos ofrece más información.


Alejandro III en su bula de confirmación de la Orden de Calatrava solo dice que podían utilizar las ropas que considerasen adecuadas para montar a caballo y un escapulario, al ser una Orden religiosa.


En la bula de Inocencio III lo que se expresa es que deben utilizar vestiduras moderadas, honestas y cómodas, según le pareciera al abad de Morimond y al Maestre de la Orden de Calatrava.


En el prólogo de la Reglas se dice que, en virtud de lo dispuesto en las citadas bulas, se ordenó que la tela de que se hiciesen los vestidos de los caballeros fuese del mismo color y clase de las que usaban los monjes del Císter21, por tanto, tanto el Maestre como los freires comienzan a vestir túnicas de estameña blanca, y sobre ellas un escapulario con una capilleta; encima de esto unos sayos largos de paño negro. Usaban también gorras y en el convento, mantos blancos, mientras que fuera de él utilizaban capas negras.


Los monjes tomaron el mismo hábito solo que sustituyeron los sayos por sotanas cerradas y las gorras, por bonetes.


Es en 1347 cuando Benedicto XIII dispensó el que se usara la capilleta, cambiando ésta por una cruz de paño color gules en el lado izquierdo sobre sus vestiduras superiores. La cruz debía ser una cruz griega rematada con cuatro flores de lis, una en cada una de sus puntas. Esta simbología se comenzó a utilizar el día de Todos los Santos del año 1347.


En la bula que uniformiza la nueva simbología de la cruz, también se indica que la misma sea portada por los caballeros en todas las capas, mantos y sayos, así como en los conventos, las cortes de los reyes y en las guerras.


Siguiendo una evolución de la cruz Calatrava lo primero que tenemos que advertir es que no siempre tuvo la forma y el color con la que actualmente la conocemos. En sus orígenes, los extremos de la cruz no estaban tan desarrollados. Las flores de lis eran sencillas, no se extendían, y eran más parecidas a las de la monarquía francesa. Y, sobre todo, la cruz era de color negro. Como el Papa Benedicto XIII les concedió llevar cosido al hábito una cruz roja, queda claro que la cruz no era roja en un principio.


Como ya hemos dicho anteriormente, no hay mención explícita ni en las reglas concedidas por el capítulo general, ni en las bulas de confirmación -tanto de Alejandro III en 1164 como la de Gregorio VIII en 1187- de que los caballeros llevasen cruz en el hábito, aunque lo lógico es que los freires de la Orden tomaran algún tipo de cruz como símbolo de identidad propio, que les fuera de utilidad por armas, sello y estandarte de su Orden. Francisco de Rada y Andrade en su Crónica de las tres órdenes de Santiago, Calatrava y Alcántara (1572) nos dice que, desde su creación, el escudo de armas de la Orden de Calatrava que aparecía en sellos y estandartes, era la cruz con unas trabas al pie. Y especifica que la cruz en un principio fue negra. Miguel Ramón Zapater también lo manifiesta poco después: El estandarte, del que usaban en la campaña los maestres, tenía por armas trabas, y Cruz negra al principio, aunque colorada en breve.


Del siglo XIII sí que tenemos algunas fuentes iconográficas que confirman lo anterior. Por un lado, está el códice florentino de las Cantigas de Santa María, de Alfonso X, el Sabio. En la cantiga 205 encontramos dos cuadros de la miniatura que la iluminan y en donde se refleja a los maestres de las Órdenes de Santiago y Calatrava, junto a otros caballeros y peones. Y todos llevan cruces representadas en los escudos, los estandartes o en los yelmos. Los pabellones del fondo también están decorados con cruces. Y las correspondientes a los caballeros calatravos son cruces negras trilobuladas. (Figuras 1 y 2)


Sin embargo, ni encontramos representada la cruz en las túnicas, ni estas son el hábito blanco característico cisterciense. Los expertos creen que esta copia fue realizada en el último cuarto del siglo XIII, seguramente al final del reinado del Rey Sabio, y la consideran un documento descriptivo de primer orden para estudiar la vida cotidiana de la época (forma de vestir, instrumentos musicales, armamento, utensilios...)


La otra representación gráfica de caballeros de Calatrava con cruces negras en armas y estandartes la tenemos en unos murales al temple de la encomienda Calatrava de Alcañiz, concedida a la orden por el rey Alfonso II de Aragón en 1179. Las últimas dataciones sitúan la elaboración de las pinturas del castillo de Alcañiz entre finales del XIII y la primera mitad del XIV. Y aquí los caballeros ya aparecen pintados de blanco con cruces negras en el pecho. Y no solo aparecen estas cruces en las escenas figurativas: el escudo de armas está representado con profusión. (Figura 3)


Como ya se ha mencionado, fue Benedicto XIII, el que concedió el cambio de atuendo tanto a monjes como a freires de la Orden mediante una bula datada en Aviñón el 26 de junio de 1397. El papa los dispensaba de llevar la capilleta sobre el escapulario y les permitía tomar por insignia y parte del hábito de religión una cruz de gules con cuatro flores de lis, apareciendo la cruz dibujada en la misma bula por el papa.


El capítulo general de la Orden de Calatrava adoptó el cambio de color, del negro al rojo, según dicen, en honor a la sangre derramada y a los hermanos caídos en combate contra el islam. Con el tiempo, los extremos de la cruz de Calatrava se fueron haciendo más complejos hasta llegar a la forma que conocemos en la actualidad. (Figura 4)

DESCRIPCIÓN DEL FREIRE CALATRAVO

En primer lugar se va a detallar el aspecto externo del freire calatravo durante los siglos XII y XIII, lo que nos permitirá introducirnos en el mundo de las imágenes y la mentalidad de este período histórico. Así podremos comprender cómo los freires calatravos conectan con la mentalidad de la sociedad y la época en la que surge la Orden, así como su afiliación al Císter y el influjo que ejerce la idea de caballería.


Lo primero a tener en cuenta es que el hombre del medievo vive dentro de un universo de imágenes y símbolos que van desde el arte, pasando por la política y, cómo no, por la vida cotidiana, donde se imponen sus códigos, e incluso, la forma de aseo personal.


Nos encontramos frente a una sociedad rodeada por la religión y por la teología. Dios se encuentra presente en la vida del hombre, de ahí que la Iglesia ocupe un lugar predominante. La Liturgia se transforma en un instrumento en el que tienen un papel muy importante monjes y laicos. Para los laicos, la única forma de entrar en contacto con lo sobrenatural era a través de una serie de signos o gestos, aunque apenas alcanzaban a entender su significado, razón por la que pensaban que tenían una gran eficacia.


Otro aspecto a tener en cuenta es que entablar una lucha sin descanso contra el maligno y el infiel será uno de los principales objetivos de la Iglesia, en la que tomará parte activa una nueva caballería, la de los freires, cuyos primeros pasos se dan a comienzos del siglo XII y bajo el beneplácito de San Bernardo, apareciendo así el, miles Christi, en donde se suman el compromiso mundano y el religioso. Este es el comienzo de las ordenes monástico-militares. San Bernardo en su, Elogio de la caballería, sienta las reglas por las que se regirá el comportamiento de las mismas, basándose en un código ético y unos deberes morales que están encaminados hacia un mayor misticismo.


El analfabetismo, que ocupa un lugar importante entre los laicos en la edad Media, se convierte en un excelente caldo de cultivo para toda esta carga simbólica y la Iglesia, que es consciente de ello, tiene que encontrar la manera de llegar hasta estas gentes, consiguiendo inventar un sistema didáctico para formar e informar, y que a su vez tenga una enorme carga ideológica. Para ello se crean unos códigos que afectarán a vestidos y colores, en los que se establecen signos distintivos, sobre la base de los cuales se reconocerán los distintos oficios o clases sociales.


La caballería no va a quedar fuera de estas normas. Las insignias para su reconocimiento en la batalla, originan el nacimiento de la heráldica, y estos emblemas ocuparán un lugar preferente tanto en la indumentaria como en otros objetos del caballero.


En primer lugar, procederemos a analizar y describir el aspecto externo del freire calatravo durante los siglos XII y XIII, lo que nos permitirá introducirnos en el mundo de las imágenes y la mentalidad de este período histórico. Así podremos comprender cómo los freires calatravos conectan con la mentalidad de la sociedad y la época en la que surge la Orden, así como su afiliación al Císter y el influjo que ejerce la idea de caballería.


Lo primero a tener en cuenta es que el hombre del medievo vive dentro de un universo de imágenes y símbolos que van desde el arte, pasando por la política y, cómo no, por la vida cotidiana, donde se imponen sus códigos, e incluso, la forma de aseo personal.


Nos encontramos frente a una sociedad rodeada por la religión y por la teología. Dios se encuentra presente en la vida del hombre, de ahí que la Iglesia ocupe un lugar predominante. La Liturgia se transforma en un instrumento en el que tienen un papel muy importante monjes y laicos. Para los laicos, la única forma de entrar en contacto con lo sobrenatural era a través de una serie de signos o gestos, aunque apenas alcanzaban a entender su significado, razón por la que pensaban que tenían una gran eficacia.


Otro aspecto a tener en cuenta es que entablar una lucha sin descanso contra el maligno y el infiel será uno de los principales objetivos de la Iglesia, en la que tomará parte activa una nueva caballería, la de los freires, cuyos primeros pasos se dan a comienzos del siglo XII y bajo el beneplácito de San Bernardo, apareciendo así el, miles Christi, en donde se suman el compromiso mundano y el religioso. Este es el comienzo de las ordenes monástico-militares. San Bernardo en su, Elogio de la caballería, sienta las reglas por las que se regirá el comportamiento de las mismas, basándose en un código ético y unos deberes morales que están encaminados hacia un mayor misticismo.


El analfabetismo, que ocupa un lugar importante entre los laicos en la edad Media, se convierte en un excelente caldo de cultivo para toda esta carga simbólica y la Iglesia, que es consciente de ello, tiene que encontrar la manera de llegar hasta estas gentes, consiguiendo inventar un sistema didáctico para formar e informar, y que a su vez tenga una enorme carga ideológica. Para ello se crean unos códigos que afectarán a vestidos y colores, en los que se establecen signos distintivos, sobre la base de los cuales se reconocerán los distintos oficios o clases sociales.


La caballería no va a quedar fuera de estas normas. Las insignias para su reconocimiento en la batalla, originan el nacimiento de la heráldica, y estos emblemas ocuparán un lugar preferente tanto en la indumentaria como en otros objetos del caballero.

Aspecto externo del freire calatravo


En breve continua

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